Por Miguel Gallo*
La concepción de seguridad nacional, a menudo se emplea para definir el aspecto más importante que rodea a una nación como actor sustancial dentro de la comunidad internacional en donde marca los lineamientos a seguir, a fin de salvaguardar su existencia. Dicho término tuvo su auge durante el período entre guerras y sistema bipolar, no obstante, es y seguirá siendo un tema sustancial dentro de la política exterior de las naciones.
De manera que, resulta interesante cómo dicha seguridad es definida particularmente por la Federación de Rusia, en torno a lo que considera amenazas a su seguridad nacional. De igual forma, la incursión de la Organización del Tratado Atlántico Norte ( OTAN) por toda Europa Oriental, bajo su política de puertas abiertas a más de 30 años del colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Reflejo de tal política, y bajo la concepción rusa, resultan inadmisibles las pretensiones de que Ucrania se integre al bloque occidental. La justificación rusa gira en gran medida al vínculo histórico-cultural, el cual es innegable. Haciendo alusión precisamente a aquel Estado eslavo denominado ‘La Rus de Kiev’. No obstante, el dinamismo político-económico de la Ucrania moderna tras la independencia en 1991, sobreviviente a la rusificación ucraniana durante la órbita soviética y los intentos de limpieza étnica (Holodomor 1933), conllevaron al intento fallido por redefinir su devenir dentro de la comunidad internacional. Es decir, las pretensiones de Ucrania para integrarse a la Unión Europea (UE), y de manera más controversial, a la OTAN.
Ante ello, nos encontramos con un conflicto totalmente vigente y que pone en alerta a la seguridad internacional, el cual, sus inicios datan desde aquellas movilizaciones sociales, -Euromaidán 2013-, contra las medidas del entonces presidente Viktor Yanukovych, tras negarse a firmar el acuerdo con la UE y optar por el acercamiento con Rusia. Dicho contacto con Rusia fue debido a la táctica del mandatario Vladimir Putin para frustrar varios años de negociación entre la UE y Ucrania, con el objetivo claro de mantener a Ucrania como aliado.
Lo sucesivo, que resulta sustancial, fue la fragmentación misma de la sociedad ucraniana dividida entre pro occidentales y pro rusos. Si bien, la presencia y estrategia geopolítica rusa fue evidente, la composición del parlamento de Crimea fue determinante para definir de manera institucional su alineación con Rusia por sus orígenes históricos. De tal modo, las acciones rusas para anexar a Crimea son evidencia del accionar ruso bajo su percepción de seguridad nacional, aunque fruto de tales medidas derivaron en el inicio de las sanciones económicas por gran parte de las potencias europeas hacia Rusia.
Otro elemento que encuadra dentro del enfoque de seguridad, es la vigencia de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), el cual recientemente fue accionado por Kazajistán tras los disturbios nacionales por el alza del precio del gas natural. Sus otros integrantes (Armenia, Bielorrusia, Kirguistán, Rusia y Tayikistán) enviaron cientos de militares a fin de controlar las movilizaciones. Rusia como su principal actor, constata a través de este mecanismo su política de defensa.
Lo cierto es que, la encrucijada actual en la que se encuentra Rusia, con respecto al caso ucraniano pareciera estar escalando cada vez más, a pesar de que el conflicto interno en Ucrania en las regiones separatistas de Lugansk y Donbas datan desde el 2014. Esta situación no refleja una salida fácil, toda vez que dentro de las negociaciones entre Lavrov y Blinken (representantes de Rusia y Estados Unidos respectivamente), denotan claros desacuerdos.
Por una parte, Occidente no acepta la condición de asegurar el no ingreso de Ucrania al bloque de la OTAN, mientras que EEUU advierte de consecuencias catastróficas si Rusia invade Ucrania. Ante tal situación, se cae en una dinámica en la que nos recuerda aquel término dentro de la geopolítica, en la que se categoriza a Ucrania como un Estado pivote dado su factor geoestratégico e importancia internacional. Tal y como alguna vez los llegaron a mencionar los analistas George Friedman y Samuel Huntington en sus obras; “Los siguientes 100 años” y “El choque de civilizaciones”, en donde plantearon en su momento un escenario similar al actual.
Sin duda, para Rusia el escenario es distinto a lo acontecido en la intervención de Georgia en 2008, o de las diferentes facetas en el conflicto con Chechenia, a causa del desdén por controlar la región del Cáucaso. Ambas acciones lideradas por el presidente Vladimir Putin, distan del contexto ucraniano en donde la resistencia por el apoyo occidental será la clave, empero con reticencia en algunos aliados de occidente como Alemania, quién ha fungido como mediador en los últimos años desde los intentos de alto al fuego mediante los Acuerdos de Minsk.
Dadas las circunstancias actuales, el debate siempre estará abierto para deslindar responsabilidades, por un lado por la política de puertas abiertas de la OTAN, la cual se puede calificar como expansiva por gran parte de los Estados ex soviéticos en donde asemeja acorralar a todo el territorio ruso con bases militares, de ahí que Rusia interprete una amenaza hacia su seguridad nacional. Aunque por otro lado, también en gran medida se culpa al presidente ruso por mantenerse en el poder por más de dos décadas liderando una política exterior con características zaristas-soviéticas.
Basta con mencionar las recientes reformas constitucionales de 2020, -en medio de la dimisión de su gabinete liderada por Dmitry Medvedev-, en donde el mandatario ruso bajo la bandera de fortalecer la democracia, ratificó el cambió en la balanza de poder, a fin de dotar de mayores atribuciones al puesto de Primer Ministro y al Parlamento. Dichas reformas entre muchas otras medidas estipulan la creación de un Consejo Supremo liderado por el ministro lo que a visión de analistas como Tatiana Stanovaya, sugieren el comienzo de transición rumbo a 2024, fecha en que terminará la gestión de Putin, y quedando inciertas sus intenciones políticas como futuro ministro. De ser el caso, se estaría definiendo la permanencia en el poder por parte de Vladimir Putin,al menos hasta el 2036 con total respaldo de las modificaciones recientes a la constitución.
En suma, lo dicho hasta ahora, constata que Ucrania además de su pugna interna dada su composición social, también se encuentra altamente susceptible a intereses externos quedando a la deriva su porvenir en una nación cada vez más afectada por los conflictos de orden militar. En donde la rivalidad por poder e influencia geopolítica tanto de la OTAN como de Rusia (bajo el argumento de seguridad nacional) limitarán las posibilidades de Ucrania en torno a su mejoramiento de desarrollo.
Referencias
Espadas, J. (2020). El legado soviético y la construcción del sentimiento nacional en
Ucrania. EOM. https://elordenmundial.com/legado-sovietico-sentimiento-nacion-ucrania/
García, J., Devia, C. & Herrera, A. (2017). El Nacionalismo Ruso y la política de Seguridad Nacional. Reflexión Política, vol. 19, núm. 38. pp. 86-99. Universidad Autónoma de Bucaramanga. https://www.redalyc.org/pdf/110/11054032007.pdf
Hutschenreuter, A. (2014). De la Rusia de nunca a la de siempre: política exterior entre 1992 y 2012. Journal De Ciencias Sociales, (2). https://doi.org/10.18682/jcs.v0i2.253
Kirby, P. (2022). Rusia-Ucrania: 7 claves para entender la escalada de tensión en la frontera entre ambos países. BBC. https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-59570814
Stanovaya, T. (2020). Keeping His Options Open: Why Putin Decided to Stay On. Carnegie Moscow Center. https://carnegiemoscow.org/commentary/81279
Licenciado en Relaciones Internacionales por la Fes Aragón-UNAM. Fue estudiante de intercambio en la Universidad de Sao Paulo, Brasil (2017). Realizó el diplomado en Negocios internacionales y comercio exterior- UNAM. Su servicio social lo llevó a cabo en el Consulado General de México Sao Paulo, Brasil, y es ex colaborador de la Embajada de Brasil en México.