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Introducción
En las últimas décadas, el papel de los actores no estatales en los conflictos armados ha ganado una relevancia importante en el escenario internacional. Entre estos actores, las Empresas Militares y de Seguridad Privadas (EMSP) han emergido como un brazo armado de gran influencia, que operan a menudo desde la sombra de los intereses nacionales de grandes potencias.
Anzola (2014) sostiene que; desde la antigüedad, figuras como Maquiavelo ya advertían sobre los riesgos que existen al depender de soldados a sueldo, esto debido a su falta de lealtad y motivación. En la actualidad, estos mercenarios se agrupan en empresas privadas que ofrecen una amplia gama de servicios militares, desde combate hasta entrenamiento. Estas empresas se han vuelto cada vez más populares, especialmente en conflictos donde los gobiernos son débiles y las potencias mundiales son reacias a intervenir directamente. Aunque se presentan como una solución eficiente, Anzola (2014) sugiere que el uso de mercenarios plantea riesgos significativos, como la falta de control y la potencial desestabilización en los conflictos.
Un caso particular que ha capturado la atención es el del Grupo Wagner, una organización militar privada rusa cuya presencia en conflictos como los de Ucrania, Siria, y más recientemente en África, ha desatado controversia por su naturaleza ambigua y su aparente cercanía con el Kremlin. La primera evidencia de las actividades de Wagner fue registrada por los servicios especiales ucranianos en mayo de 2014 en Donbass, donde el Wagner apoyó a fuerzas rusas no marcadas, e instruyó a los separatistas contra las fuerzas ucranianas (Bushuev , Baranovska , & Bruns, 2020).
Rusia históricamente siempre ha mantenido el principio del monopolio estatal de la fuerza, tiene una cultura política militarista donde el modelo occidental de control civil sobre las fuerzas armadas no se considera ideal. Además, el uso de fuerza letal privada por parte del gobierno ha sido común a lo largo de la historia rusa (Østensen & Bukkvoll, 2018).
Según Marten (2022) el Grupo Wagner es un mecanismo, estrechamente vinculado a la Dirección General del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de la Federación de Rusia (GRU), para reclutar y entrenar a veteranos rusos y prorrusos bajo contrato, en un país donde las líneas entre lo público y lo privado están difusas.
En ese sentido el objetivo de este artículo es examinar las motivaciones detrás del despliegue del Grupo Wagner en África, su impacto en los equilibrios de poder regionales y las implicaciones para la seguridad internacional.
A través del análisis de las operaciones del Grupo Wagner en países como la República Centroafricana y Libia, se explora cómo esta organización ha sido instrumento en la consolidación de los intereses rusos en regiones ricas en recursos naturales y estratégicamente importantes. También se analiza cómo Wagner ejemplifica un fenómeno preocupante: la creciente interconexión entre intereses privados y estatales en el ámbito militar.
La relación entre Rusia y África ha pasado por varias etapas significativas. Durante la Guerra Fría, la Unión Soviética aprovechó los movimientos independentistas africanos para ganar influencia en la región, ofreciendo apoyo militar, educativo y diplomático. Este vínculo se mantuvo mediante alianzas estratégicas y la formación de líderes africanos, lo que generó una imagen favorable de la URSS como aliada en la lucha anticolonialista (Milosevich, 2023).
Con la llegada de Vladimir Putin al poder, la Federación Rusia retomó su interés en el continente africano, buscando revivir las antiguas alianzas de la Unión Soviética para incrementar su influencia económica y militar. A través de acuerdos de cooperación, Moscú ha reforzado sus lazos con varios países africanos, aprovechando su legado no colonial y su reputación como aliado de movimientos de liberación.
Como hemos visto el creciente interés de Rusia por el continente africano no es reciente, pero su forma actual de involucramiento militar y económico refleja un enfoque más pragmático y menos ideológico que en la era soviética. La presencia del Grupo Wagner responde a varias motivaciones clave:
Recursos naturales: La presencia rusa en el continente africano se ha fortalecido con una serie de tratados, incluido el entrenamiento de ejércitos locales, la extracción de recursos naturales y la venta de armas.
Según Picco (2019) el acuerdo de paz firmado en 2019 en Jartum fue patrocinado por Yevgeny Prigozhin y apoyado por Sudán, principalmente tenía como objetivo posicionar a Rusia como un mediador clave en el conflicto de la República Centroafricana, consolidar sus inversiones y asegurar la reelección del presidente Touadéra, todo ello con la condición de brindar acceso al Grupo Wagner y empresas aliadas a los recursos naturales del país.
Sin embargo, como fue abordado por Dukhan (2020) pese a las expectativas rusas; el acuerdo fracasó en estabilizar la región, con constantes violaciones y enfrentamientos entre las fuerzas gubernamentales y los grupos armados, revelando las limitaciones de la intervención rusa.
El departamento del Tesoro de los Estados Unidos sancionó a diferentes entidades que están ubicadas en la República Centroafricana, los Emiratos Árabes Unidos y Rusia han sido señaladas en diversas investigaciones por estar involucradas directamente en transacciones ilícitas de oro para financiar el Grupo Wagner y sostener sus fuerzas armadas en Ucrania y África (U.S. Department of the Treasury, 2023).
Influencia geopolítica: Rusia ha logrado una significativa influencia en África utilizando una serie de estrategias que combina diplomacia, asistencia militar, inversiones económicas y propaganda. Al establecer estrechas relaciones bilaterales con varios Estados en el continente africano, Rusia ha obtenido acceso a recursos naturales y ha posicionado a su país como un aliado clave en la lucha contra los grupos armados. En el caso particular de la República Centroafricana, la presencia de mercenarios rusos vinculados al Grupo Wagner ha sido fundamental para entrenar a las fuerzas armadas del país y brindar apoyo en operaciones militares.
Paralelamente, Rusia ha invertido en infraestructura y ha utilizado los medios de comunicación para difundir una narrativa favorable a los intereses de Moscú, promoviendo los logros de su cooperación y denigrando a sus rivales, especialmente a Francia (Gutiérrez, 2024). Esta estrategia ha permitido a Rusia desafiar la influencia tradicional de las potencias occidentales en África y consolidar su posición como un actor geopolítico relevante en el continente (DUKHAN, 2020).
El despliegue de Wagner ha alterado significativamente los equilibrios de poder en varias regiones africanas. Sus actividades han sido especialmente visibles en la República Centroafricana y Libia:
República Centroafricana: Como se ha mencionado antes, el Grupo Wagner ha estado involucrado en la protección del gobierno del presidente Faustin-Archange Touadéra. A cambio, empresas vinculadas a Yevgenii Prigozhin, cercano al presidente ruso Vladimir Putin, han obtenido concesiones mineras y de explotación de recursos naturales.
Como establece Valero (2022) la República Centroafricana ha experimentado una profunda injerencia rusa a través del Grupo Wagner. Esta organización ha actuado como una fuerza de seguridad privada para el gobierno, combatiendo a grupos rebeldes y asegurando la protección de autoridades. A cambio de estos servicios, Wagner ha obtenido concesiones lucrativas en la explotación de recursos naturales del país, como diamantes y oro. Esta relación simbiótica ha generado una situación compleja marcada por la violencia, los abusos de derechos humanos y la dependencia económica.
Libia: Rusia ha intentado consolidar su influencia en Libia desde la caída del régimen de Gadafi en 2011, aprovechando el vacío de poder en un país que técnicamente se ha convertido en un estado fallido. El Kremlin ha respaldado a Jalifa Haftar, apoyándolo con fuerzas especiales y con la presencia de los mercenarios del Grupo Wagner, como parte de una estrategia para asegurar beneficios económicos en sectores clave como la energía, las armas e infraestructura. Este apoyo también refleja el interés de Moscú en desafiar la influencia de Occidente en la región.
Sin embargo; como menciona Milosevich (2023), la guerra en Ucrania ha debilitado las capacidades militares rusas, complicando su influencia en Libia. Además, otros actores internacionales como Turquía han ejercido una influencia significativa en el oeste de Libia, mientras que los Emiratos Árabes Unidos han brindado apoyo militar a Haftar, contrarrestando así la creciente influencia rusa en la región.
El uso de mercenarios como Wagner en África presenta varios desafíos para la seguridad regional y global:
Privatización de la guerra: La participación de actores privados en conflictos internos, como lo ha hecho Wagner en el continente africano, es un ejemplo de cómo se socavan los esfuerzos internacionales de mediación y construcción de paz, creando un entorno donde los intereses comerciales y estratégicos de empresas privadas pueden prolongar los conflictos.
Los grupos mercenarios representa un serio desafío para la seguridad regional en África, como lo afirma Pereyra (2018):
La característica principal del mercenario es la de una persona que presta sus servicios militares a cambio de una retribución económica. No importa quién sea el contratante, que puede ser un país, una empresa, una banda de traficantes o una de las tantas mafias existentes en el mundo. A cambio de esa paga el mercenario está dispuesto a combatir en cualquier lugar del mundo y contra el enemigo que se le señale. No hay moral ni ética en el oficio mercenario. No hay leyes ni convenciones internacionales. No hay derechos humanos. No hay patria ni bandera. Sólo dinero. (pág. 9)
Derechos humanos: El Grupo Wagner ha utilizado la violencia como herramienta de control en varios países del norte del continente africano, principalmente perpetrando asesinatos, masacres y desplazamiento forzoso. Estas atrocidades no solo constituyen graves violaciones a los derechos humanos, sino que también buscan aterrorizar a la población y consolidar su poder en las zonas donde el grupo mercenario opera.
Uno ejemplo de estos asesinatos masivos tuvo lugar en la ciudad de Moura, Malí entre el 27 – 31 de marzo de 2022, según Amnistía Internacional (2023) durante estos cuatro días, al menos 500 civiles fallecieron durante una operación aérea y terrestre.
En conclusión, el caso del Grupo Wagner refleja cómo un actor no estatal, están reconfigurando los conflictos contemporáneos y los equilibrios de poder a nivel regional. Desde una perspectiva geopolítica, Wagner no sólo actúa como un brazo armado para los intereses estratégicos de Moscú, sino que también redefine las formas en que se ejerce influencia en regiones como África, donde las potencias tradicionales están perdiendo influencia.
Lo preocupante es cómo estas empresas, están operando en un espacio gris entre lo público y lo privado, y como lo hemos visto pueden alterar el balance de poder en países frágiles, no solo prolongando conflictos, sino también socavando el desarrollo económico y social. En África, la presencia de Wagner ha generado una combinación peligrosa de dependencia de los gobiernos locales, explotación de recursos naturales y violaciones sistemáticas de derechos humanos.
Si lo vemos desde una perspectiva más amplia, el uso de estos grupos pone de manifiesto un nuevo orden mundial, donde las potencias emergentes, como Rusia, utilizan medios alternativos para desafiar a Occidente en zonas estratégicas.
Referencias
Estudiante de la Maestría en Administración de Negocios con Especialidad en Comercio Electrónico (UFG), Máster en Finanzas y Dirección Financiera (EUDE) y licenciado en Relaciones Internacionales (UFG). Con diploma superior en Derecho Internacional Público (Instituto Diplomático "Doctor José Gustavo Guerrero").
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