El 07 de octubre de 2023 el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas, por las siglas árabes para Harakat al-Muqawama al-Islamiya) junto con otros grupos de resistencia rompen el bloqueo de la Franja de Gaza y avanzan hacia territorio palestino ocupado por el régimen israelí por las tres principales vías: tierra, mar y aire. Con más de una hora de retraso, el ejército israelí respondió y, horas más tarde, el primer ministro declaró “estamos en guerra” comenzando una ola de bombardeos indiscrimados. Se procedió al redoblamiento del bloqueo total ya no sólo de las fronteras sino sobre toda la Franja de Gaza y la orden de evacuar la parte norte y expulsar a sus habitantes hacia el sur, con la frontera de Egipto.
De ese hecho, ha pasado un año y la situación continúa in crescendo hacia una explosión de proporciones regionales superiores al involucrar a diversos actores tanto estatales como no estatales. Del balance general sobre este hecho abordaremos en el presente escrito con la información al cierre de esta publicación.
Desde las Naciones Unidas (ONU), el Comité sobre los Derechos del Niño ha señalado y condenado -en los términos más enérgicos- los diversos ataques del régimen israelí en contra de objetivos civiles en la Franja de Gaza que han causado la muerte de más de 16,756 niños y, al menos 6,168 niños heridos entre el 7 de octubre de 2023 y el 10 de septiembre de 2024 (sin dejar de mencionar los que mueren bajo los escombros y que han sido difíciles de recuperar, debido al incesante bombardeo). Además, se han cometido violaciones masivas “sin precedentes” con cerca de un millón de personas desplazadas, 21 mil desaparecidos, 20 mil niños que han perdido a uno o ambos progenitores y 17 mil se encuentran solos o separados de sus familias.
Esta forma de operar contrasta con los límites que impone el Derecho Internacional, el Derecho Internacional Humanitario, la Carta de Naciones Unidas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por señalar sólo algunos instrumentos de civilidad y cordialidad entre las naciones. Además, de los límites éticos y la moral que conlleva cada pauta religiosa expresada en los libros sagrados a los que se recurre a menudo.
Hay que detallar que no se trata de una guerra entre dos estados, entre partes iguales o con una equivalencia, sino que es una confrontación de una entidad -reconocida limitadamente como estado- que cuenta con un arsenal importante de armas, acceso a la más alta tecnología de guerra y el presupuesto de “defensa” que ocupa casi el 5 % de su PIB nacional, lo que significa que, para 2022, un año antes, de la gran devastación gazatí, equivalía a 2, 326 euros por habitante, en un país de 9,558 millones (2022) y según el SIPRI lo coloca en el puesto 17 del ranking mundial. Frente a una milicia que se ha hecho de recursos a partir de una serie de donativos irregulares y de difícil rastreo debido a las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea por considerarla terrorista, según sus parámetros de clasificación. A pesar que es el grupo político que gobierna la Franja de Gaza desde 2006 por voto popular, en un reconocido ejercicio democrático (paradójicamente, que ahora se rechaza).
La Franja de Gaza es un territorio de 365 km² y una población de 2 ‘047,969 habitantes hasta antes del 07 de octubre, lo que otorga una densidad de 5,046 hab./km y que desde 2007 se encuentra bajo un bloqueo terrestre, aéreo y marítimo impuesto por el régimen israelí (y Egipto), una forma de “ocupación indirecta”, después de la retirada unilateral de Tel Aviv en 2005. El 80 % de la población sobrevivía de la asistencia internacional, según datos de la UNCTAD.
Esta situación de la vida diaria en Gaza, sumado a la histórica usurpación de la totalidad del territorio palestino y la constante lucha por los asentamientos israelíes en Cisjordania, fueron los elementos que armaron la operación “Diluvio de al-Aqsa” que llevaron a tomar como rehenes a 252 personas y murieran 1, 170 personas. Estos serían los elementos que llevarían a unas negociaciones y/o un intercambio de prisioneros palestinos en las cárceles del régimen israelí. Sin embargo, no fue así. La respuesta fue la guerra total, el castigo colectivo, la limpieza étnica, la profundización del desplazamiento y el despojo del territorio.
Los primeros pasos han sido la destrucción de casas-habitación, hospitales, escuelas y campamentos de refugiados, con población civil y ajena a todo tipo de hostilidad militar, esto ha generado una enorme crisis humanitaria. Las Brigadas al-Qassam, el brazo armado de Hamas, encargado de la protección en equivalencia a un ejército nacional, han sostenido la batalla en el plano de la asimetría total y la parcialidad internacional.
Estas acciones han sido parte de una amplia guerra híbrida donde no sólo se usan medios militares sino una distorsión de la realidad a través de los medios de comunicación al grado de difundir apologías a las acciones israelíes y condenas al movimiento de resistencia. En este sentido, el régimen israelí ha estructurado una narrativa que borra toda cuestión histórica bajo la política de “hechos consumados” y, aún peor, de una instrumentalización de la religión para obtención de sus intereses políticos nacionales.
Ningún actor internacional ha quedado al margen del conflicto, existe un claro posicionamiento de todos ellos. Aquí un breve recuento de sus posicionamientos:
- Estados Unidos, históricamente ha apoyado al régimen israelí desde el plan de partición de 1947, pasando por el reconocimiento como “Estado” en 1948, y a lo largo de su actuar internacional. El apoyo consiste en armas, recursos, capacitaciones, alianzas estratégicas, dinero, traspaso de tecnología, entre otros más, lo que significa una cuestión institucional e irrenunciable de cualquiera que ocupe la administración. Parte de su retórica programática es el “derecho a defenderse”. De manera paralela, pretende ser mediador entre las partes beligerantes.
- Egipto, ha actuado como intermediario clave, organizando conversaciones entre el régimen israelí y la organización Hamas, con el objetivo de lograr treguas temporales y facilitar la entrega de ayuda humanitaria en Gaza. Este país árabe es el primero en haber firmado un acuerdo de paz (y reconocimiento) con Tel Aviv (1979) y, a cambio, desde ese momento recibe una cantidad de dinero por parte de Estados Unidos a fin de “mantener la estabilidad en la región”. El monto anual asciende a “2.100 millones de dólares anuales, de los cuales 1.300 millones se destinan al Ejército egipcio”. Comparte frontera directa con Gaza en la zona de Rafah desde donde se presta para ayudar a heridos y desplazados y gestiona la entrada de ayuda humanitaria. No ha permitido el paso de palestinos gazatíes a su territorio para evitar el despojo total al que el pueblo ha sido sometido.
- Qatar, ubicado en el Golfo Pérsico, ha sido otro país árabe que proporciona asistencia económica a Gaza y ha fungido como mediador entre Hamas y Tel Aviv. Fue pieza fundamental en la tregua de fines de noviembre pero se le han hecho críticas desde Estados Unidos y el régimen israelí por su cercanía con los líderes de Hamas. Sin embargo, es una nación que ha establecido relaciones con el régimen israelí desde 1996. Es necesario destacar que Qatar paga los salarios del sector público palestino en Gaza como “parte de un subsidio de 30 millones de dólares al mes para las familias y combustible para electricidad”. Además, mantiene estrechas relaciones con los países de Europa, a los que provee gas y comparte inversiones estratégicas. Para Estados Unidos es importante ya que alberga una base aérea en su territorio y fue declarado “aliado principal no perteneciente a la OTAN” por parte de Joe Biden, además, es un importante comprador de armas.
- Turquía, ha formulado amplias críticas y denunciado los ataques del régimen israelí en Gaza y ha ofrecido asistencia humanitaria. En el presente año se ha negado el acceso a un acuerdo de cooperación entre la OTAN (Organización del Atlántico Norte) y Tel Aviv hasta que se establezca una paz “integral y sostenible en Palestina”. Sin embargo, desde 1949 se reconoció a la entidad como un “Estado” y las relaciones han sido sostenidas, aunque en momentos de tensión ha mostrado pausas, en razón de intereses estratégicos para ambos. No obstante, se considera como una cuestión “sorprendente” el hecho de que un estado de mayoría musulmana (aunque oficialmente laico) establezca alianzas estratégicas con el régimen neo-hebreo, lo que supone un equilibrio estratégico en la región.
- Rusia, ha tenido una relación diferenciada con respecto a la cuestión palestina. Al momento de la propuesta de partición del territorio, la entonces Unión Soviética la apoyó y reconoció al régimen como “Estado”. Para la década de los cincuenta y sesenta, en pleno auge del nacionalismo árabe, la URSS se inclinó por apoyar a los regímenes nacionalistas y seculares que cuestionaban el colonialismo e imperialismo capitalista-occidental, en el amplio contexto de la Guerra Fría. Sin embargo, tras la implosión soviética y la re-emergencia de Rusia, las relaciones cambiaron y, sin dejar de mantener alianzas con los países árabes de la región, reconsideró sus relaciones con Tel Aviv y ha mantenido esa estrecha relación. Desde la Tormenta de al-Aqsa, hay quienes sugieren que ha significado una gran oportunidad para que se deje de lado la mención de la guerra en Ucrania y, de igual forma, los grupos de resistencia islámica, entre los que destaca Hamas, han buscado una mediación del presidente ruso ante el genocidio.
- China, ha estado al pendiente de los hechos ocurridos en territorio palestino desde una posición de “neutralidad pro-palestina”, apoyando en el discurso el deseo de los pueblos a la lucha contra el colonialismo y la liberación, por lo que ha sido significativo el apoyo brindado a la representación palestina; sin embargo, también cuenta en su haber una relación estrecha con el régimen israelí al grado de constituirse como el segundo socio comercial. Destaca también, la mediación china entre los diversos grupos políticos palestinos, principalmente entre Hamas y Fatah, para “poner fin a la división y reforzar la unidad palestina”.
- Sudáfrica, utilizando las reglas de juego vigentes, decidió recurrir a la figura de genocidio reconocido por la Corte Internacional de Justicia (CIJ), debido a que tienen como objetivo particular “destruir a los palestinos en Gaza, como parte del grupo nacional, racial y étnico palestino más amplio”. Además, ha comparado la situación de Gaza con lo ocurrido en su país bajo el esquema del Apartheid. Históricamente Sudáfrica ha mantenido una relación estrecha con la causa palestina, debido a la ruptura de relaciones con el régimen israelí por parte de todas las naciones de la Unión Africana, lo que lo orilló a establecer nexos con el régimen del Apartheid sudafricano durante su existencia.
- Irán, ha constituido el bastión principal de apoyo a la causa palestina desde 1979, año que se realiza la Revolución Islámica y rompe todo vínculo con el régimen israelí, que había gozado de gran estima por el Shah. Tanto los discursos políticos israelíes como la prensa internacional siempre vinculan a Hamas y el conflicto en la región con la República Islámica. La prensa “especializada” focaliza la atención entre el conflicto israelí-iraní, para separar la amplia lucha árabe contra el régimen israelí y la división entre los grupos palestinos por la liberación. Debido a la alianza estratégica entre el régimen israelí, Estados Unidos y algunos países árabes (Marruecos, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos y Sudán, con los Acuerdos de Abraham), Irán ha tenido que establecer una estrategia de aliados en la región, conscientes de la situación de asimetría existente. Sin dejar de llamar la atención sobre las relaciones que ha tejido con Rusia y China, a través de diversos acuerdos militares, comerciales y estratégicos. El apoyo iraní a la causa palestina ha resaltado sobre el resto de países árabe-musulmanes, al grado de estar atento en responder las amenazas que ha representado ataques directos a sus sedes diplomáticas o infraestructura extraterritorial. Ante los ataques perpetrados por Tel Aviv a sus intereses nacionales, Irán ha respondido de forma proporcional y bajo las estrictas directrices del Derecho Internacional, alejándose de afectaciones civiles y dando aviso a las Naciones Unidas.
- Yemen, ha sido un importante actor en medio de las tensiones producto del genocidio, principalmente, a través del grupo Ansar-Allah (Los Auxiliadores de Dios) que controla cerca del 30 % del territorio yemenita y ha lanzado ataques aéreos al territorio de la palestina histórica ocupada para afectar al régimen israelí y en apoyo a los habitantes palestinos. En respuesta, a fines de septiembre de este año, Tel Aviv anunció “una operación a gran escala” contra objetivos yemeníes. Desde inicios de la Tormenta de al-Aqsa, se han atacado a embarcaciones que transporta material bélico para el régimen israelí en el Mar Rojo, lo que ha provocado que tanto Estados Unidos como el Reino Unido lanzaran bombardeos contra este grupo yemení y su población, a pesar de que es el “país más pobre del mundo árabe”, según la BBC.
- Líbano, ha sido un factor de apoyo central en la agresión histórica del régimen israelí contra los palestinos, concretamente, tras la “guerra civil” donde surge como reacción a la ocupación del sur del país el grupo de resistencia islámica Hizb-Allah (popularizada en los medios como hezbolá), Partido de Dios, que ha sido el principal contendiente de Tel Aviv en la región y que ha sido el único grupo que ha logrado victorias frente a frente. Tras la Nakba (Catástrofe) de 1948, que expulsó a palestinos de su lugar de origen, Líbano acogió a más de 100 mil personas en campos de refugiados. En apoyo a los palestinos gazatíes bajo fuego, Hizb-Allah lanza ataques limitados contra el norte del régimen israelí para un cese al fuego, entre el 10 y el 16 de octubre de 2023, el ejército israelí lanzó proyectiles de artillería que contenían fósforo blanco, un arma incendiaria y prohibida por el Derecho Internacional, en la localidad de Dhayra, lo que puso en grave peligro a la población civil. En lo que va del año, ha seleccionado objetivos civiles para atacar, entre sus más recientes han sido el estallido de beepers (dispositivos analógicos de mensajes cortos) utilizados por el grupo de resistencia libanes, causando la muerte de 12 personas, entre ellas una niña de 9 años, un niño de 11 años y dos médicos, y heridas en al menos a 2,323 personas. Ataque que se repetiría al día siguiente donde se sumaron 25 personas fallecidas y 600 más heridas. Se fueron sumando otros ataques aéreos selectivos a finales del mes de septiembre de este año hasta lograr el objetivo israelí de destruir al cuerpo de mando de la resistencia libanesa, en el que destaca el martirio de Seyyed Hassan Nasr-Allah, líder político y espiritual del movimiento.
- La Unión Europea, como entidad colectiva, ha sido selectiva en la defensa del Derecho Internacional, ante la no-sanción de Israel con respecto a Gaza. Se reconoce la percepción de un doble estándar para atender los conflictos de forma diferenciada entre Ucrania y Palestina, notada desde los países del Sur Global. Al respecto, el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell ha dicho:
El conflicto de Gaza es el resultado de un fracaso político y moral colectivo, por el que los pueblos israelí y palestino están pagando ahora un alto precio. Este precio seguirá aumentando si no actuamos. Es el resultado de la incapacidad de la comunidad internacional para resolver la cuestión israelo-palestina. Durante décadas, la comunidad internacional ha apoyado formalmente una solución basada en dos Estados, pero no ha logrado poner en marcha la hoja de ruta que permitiría alcanzarla.
El núcleo del conflicto israel-palestino es un problema nacional: el de dos pueblos que tienen derecho legítimo a existir en la misma tierra. Por lo tanto, deben compartir esa tierra. Hace treinta años, en la época de Oslo, israelíes y palestinos acordaron cómo compartirla. Pero este acuerdo no se aplicó. Y desde entonces, en ambas partes, las fuerzas de la negación han seguido creciendo, impulsadas por el orgullo desmedido de algunos y la desesperación de otros.
La colonización ilegal de Cisjordania y la violencia contra los palestinos han aumentado impunemente. Se volvieron aún más brutales después del 7 de octubre. Hace treinta años había 270.000 colonos en Cisjordania. Hoy, hay más de 700.000. Y el territorio palestino se ha dividido en un archipiélago de zonas inconexas, lo que hace mucho más difícil aplicar la solución de dos Estados que la comunidad internacional lleva 76 años reclamando.
El año pasado murieron 154 palestinos y 20 israelíes en Cisjordania. Este año, la cifra ha aumentado ya a casi 400 palestinos y una treintena de israelíes. En Palestina, la total falta de perspectiva ha provocado la marginación de las fuerzas moderadas en favor de los radicales movidos por el odio.
La estrategia militar de “Israel” debe respetar el derecho internacional y evitar, en la medida de lo posible, la muerte y el sufrimiento de civiles. Cortar el suministro de agua, alimentos, electricidad y combustible a toda una población civil sitiada es inaceptable. La magnitud de los bombardeos es también extremadamente preocupante.
- En la cumbre extraordinaria que reunió a los países árabes e islámicos a través de la Liga Árabe y la Organización de Cooperación Islámica (OCI) en Riad, Arabia Saudita, el 11 de noviembre de 2023, los representantes acordaron condenar de forma unánime los ataques israelíes sobre Gaza. Las soluciones fueron diversas: desde cortar relaciones diplomáticas hasta impedir el acceso al suministro de recursos energéticos, como gas y petróleo, o prevenir que Estados Unidos utilice sus bases militares en la región para evitar su apoyo a Tel Aviv. También entre las soluciones dieron respuestas diferenciadas: entre los que optan por la “solución de dos estados”, con las fronteras de 1967 o, bien, por la recuperación de todo el territorio palestino “desde el río hasta el mar” (min al-Nahr ila al-Bahr, como rezan las consignas de las protestas públicas al rededor del mundo y la solicitud del pueblo palestino). En un comunicado de prensa publicado el 29 de septiembre de 2024, desde su sede en Jeddah (Arabia Saudita), así se pronunció:
El Secretario General de la Organización de Cooperación Islámica, Sr. Hissein Brahim Taha, destacó la importancia de la coalición internacional para implementar la solución de dos Estados, que fue anunciada por Su Alteza el Príncipe Faisal Bin Farhan, Ministro de Asuntos Exteriores del Reino de Arabia Saudita, durante la reunión de alto nivel celebrada en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas, bajo los auspicios del Comité Ministerial Árabe-Islámico y la Unión Europea.
Hizo un llamamiento a todos los países a sumarse a esta histórica iniciativa política, que constituye una red de protección política para la visión de la solución de dos Estados de conformidad con el derecho internacional, la Carta de las Naciones Unidas y sus resoluciones, y encarna un compromiso de apoyar los esfuerzos encaminados a poner fin a la ocupación israelí, establecer el Estado palestino y lograr una paz justa, amplia y duradera en la región.
También renovó su llamado a los países que no han reconocido al Estado de Palestina a que se apresuren a sumarse al consenso internacional representado por 149 países que reconocen a Palestina y apoyen su derecho a obtener la membresía plena en las Naciones Unidas, de manera que se fortalezca su legitimidad y su estatus político y jurídico, se contribuya a establecer los derechos inalienables del pueblo palestino, incluido su derecho a la libre determinación, y se concrete el establecimiento de su Estado independiente y soberano en las líneas del 4 de junio de 1967, con capital Al Quds Al Shareef.
Como podemos observar, el conflicto ha atraído la atención de múltiples actores globales y regionales, cada uno con sus propias agendas e intereses. La situación es volátil y el papel de éstos actores puede cambiar en la medida que se desarrollan los acontecimientos. Los diversos enfoques y posicionamientos tanto analíticos como políticos reflejan la complejidad de los eventos y las múltiples dimensiones involucradas; sin embargo, hemos constatado -en tiempo real e inmediato- que las acciones militares contra civiles por parte del ejército israelí ha resultado en un alto costo humano y, en consecuencia, una crisis humanitaria (definida en términos del DIH y el CICR -Comité Internacional de la Cruz Roja- ) sin precedentes en Gaza, además de aumentar las tensiones políticas y sociales en lo largo de la región y en el ámbito internacional.
De manera paralela, mientras se destruye Gaza, en Cisjordania continúan la construcción y expansión de asentamientos israelíes, lo que viola, expresamente, la Cuarta Convención de Ginebra, que prohíbe la transferencia de población civil a territorios ocupados. Al interior de la ciudad de Jerusalén (al-Quds, en árabe, literalmente “La Santa”), en su parte Este, reclamada como capital de un futuro Estado Palestino Libre e Independiente, las autoridades de ocupación israelí han llevado desalojos forzados de familias palestinas enteras, concretamente, el área de Sheij Jarrah, lo que se suma al atropello y violación de todas las formas de derechos internacionales vigentes. Se suma a esta situación lamentable de larga data (76 años desde la declaración de “independencia” y la Nakba), las detenciones arbitrarias de palestinos, así como el uso de la tortura y condiciones inhumanas en prisiones israelíes.
El régimen israelí ha construido una amplia narrativa que por un lado legitima su actuación y, por otro, deshumaniza y desconoce las razones de la permanencia palestina en territorio usurpado. Respecto al primer punto, Tel Aviv, desde sus diferentes actores político-sociales y religiosos argumentan su “derecho de ocupar” el territorio palestino a partir de una lectura de las escrituras religiosas propias que los “devuelven” a su patria histórica (espiritual), después de la amplia diáspora por el mundo y la persecución cristiana-europea (incluídos la shoá, término en hebreo moderno para el holocausto), esta situación se origina en los inicios del movimiento nacionalista de Europa del Este de fines del siglo XIX denominado sionismo. Y, luego, cuando concita las intereses coloniales en la región del Imperio Británico (a partir de la Declaración Balfour) y se cuela entre el reparto de las potencias aliadas tras la IIGM, el movimiento sionista se propone ocupar el territorio palestino y, con ello, desplazar y “limpiar” el espacio de habitantes autóctonos para ser reemplasados por migrantes judíos de todo el mundo.
Tras la declaración de “independencia” (¿de quién?), el sionismo se constituye como “Estado” y es reconocido por un limitado grupo de países dentro de la ONU, entre ellos, las superpotencias de la época: Estados Unidos y la URSS, que apoyaron el plan de partición de Palestina. A partir de este momento, el “derecho de ocupación” pasó a considerar, también, el “derecho a existir”, sobre todo, después de la resistencia que realizaron los estados árabes tras la negativa de aceptar esta imposición colonial en formato de enclave.
Desde entonces, el régimen se ha constituido como “un Estado bajo amenaza de guerra permanente” lo que lo llevó a no establecer una constitución política, a no poseer unas fronteras estables y reconocidas y una incesante acumulación de armas para utilizarlas en cuanto sea necesario. En cada episodio de conflicto directo, los dirigentes israelíes utilizan la situación para consolidar apoyo interno, presentándose como un defensor de la seguridad nacional ante las amenazas percibidas por los movimientos que buscan romper el ciclo de ocupación.
Asimismo, se impidió la existencia de un “Estado Palestino” y la negación de la existencia de palestinos (personas, territorio, cultura, historia y religión). Se ha catalogado a los árabes musulmanes palestinos como “terroristas”, sobre todo, durante los conflictos y contra los dirigentes de los grupos de resistencia anticolonial (lo que a menudo se extiende a la percepción general de la población palestina en situaciones de violencia). Cuando hay una protesta popular se les denomina “incitadores”, en todo momento con connotaciones negativas y deshumanizantes.
A un año del inicio del “Diluvio de al-Aqsa”, no hay un acuerdo de paz a la vista. No se reconocen a los negociadores en términos de igualdad. Hay una guerra híbrida en donde la guerra por dominar la consciencia a través de los medios de comunicación son pieza fundamental para imponer narrativas complejas. Hay una instrumentalización de la religión, sus símbolos y sus imágenes. Una pretensión permanente de expansión territorial, previa guerra regional ampliada. Del mismo modo, significó un punto de inflexión para Hamas y todo el “eje de la resistencia”, reforzando su postura ideológica y solidificando alianzas y provocando reacciones significativas a nivel regional y global. En conjunto, la postura árabe e islámica enfatiza el apoyo a Hamas como un actor de resistencia, la unidad entre los palestinos y una fuerte condena a las acciones de Tel Aviv. Al mismo tiempo, hay voces que abogan por la paz y la resolución del conflicto a través de medios no violentos y el acceso irrestricto a la ayuda humanitaria. La necesidad de una solución sostenible se vuelve urgente a medida que los efectos del conflicto se profundizan; no obstante, en la mesa de negociaciones no se encuentran los afectados palestinos de ninguna área: Gaza, Cisjordania o Palestina en general, o los refugiados a lo largo del mundo (la diáspora palestina).
El “Diluvio de al-Aqsa” vuelve a colocar la Causa Palestina como centro de la discusión de la región y la convierte en brújula moral de la humanidad. Se inserta en el momento histórico de transición donde el poder hegemónico está en declive y el nuevo orden mundial no nace aún.
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