Por: José Daniel Arias Torres, Carlos Alfredo Sánchez Barón, Halel Yejudith Tobías Figueroa.
El replanteamiento del carácter estatocéntrico del sistema internacional y la emergente interdependencia global a partir de la segunda mitad del siglo XX, permitieron la aparición de nuevos actores, entre ellos los gobiernos subnacionales. Para la década de los ochenta, “Panayotis Soldatos introduce el término “paradiplomacia”, enfocado a la actividad internacional de los gobiernos subnacionales, más acorde con sus intereses económicos, políticos o culturales bajo el contexto de una globalización en proceso”.[1]
En razón de lo anterior, los gobiernos subnacionales comienzan a vincularse con las dinámicas locales y globales; alineando su accionar (en la mayoría de los casos) con el de las autoridades nacionales, pues su participación en diversas esferas como lo ambiental, económico, social, cultural, entre otros, además del surgimiento de nuevos espacios de interacción, consecuencia de la globalización (entendida como el fenómeno resultante de las interacciones globales entre los diferentes actores que integran al sistema internacional: Estados, algunas empresas, mercados financieros y organizaciones, hasta llegar a las ciudades y personas) dota a los actores no estatales de un poder de acción y decisión sobre asuntos propios en su relación con lo global, dado que les permite ingresar a la arena internacional con más peso.
De esta forma, la globalización, fundada por una razón económica-capitalista, ha resultado de la integración e interdependencia de mercados, generando un proceso que es transdimensional y que impacta en diversas dimensiones humanas. Cabe mencionar que la globalización a pesar de ser un proceso constante desde la entrada del siglo XX, se acelera exponencialmente a través de la integración internacional en la segunda mitad del mismo siglo, impulsada por la participación de los actores locales, como también por la conectividad y velocidad que ofrecían las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), siendo estas herramientas las rutas que aceleraron a un proceso de integración global motivado por su dimensión económica. La globalización e interdependencia son elementos que facilitan el acceso a los diferentes actores a repercutir económica, social, cultural y políticamente en el sistema internacional, desplazando las estructuras, convirtiendo al mundo en un entorno multinivel con diversidad de voces.
Dentro de esta línea, la conectividad, tecnificación, interconexión y desarrollo, han posibilitado el surgimiento de ciudades inteligentes (Smart cities), es decir, espacios urbanos que interactúan con la población para optimizar y mejorar la calidad de vida en diversas áreas a través de la tecnología, y que son de suma importancia para hacer frente a los nuevos retos relacionados con la sostenibilidad y el surgimiento de crisis globales como la pandemia del COVID-19, a través de la recolección de datos, de afluencia o de gentrificación.
Las ciudades son espacios que incentivan la descentralización, en ese sentido, el enfoque de soluciones desde lo local, ha sido uno de los principios más novedosos para generar mejores condiciones de bienestar e impulsar el desarrollo sostenible, así como para hacer frente a los retos más apremiantes del siglo XXI, como lo son la migración, la seguridad, la degradación ambiental, la lucha contra el cambio climático y la salud.
A su vez, los retos globales ligados al desarrollo, en un contexto donde las problemáticas sociales, económicas y ambientales se interrelacionan, han evidenciado la importancia de la participación de los gobiernos y las comunidades locales, así como del impulso a la tecnología y a la innovación para el cumplimiento de las metas globales actuales.
Cabe destacar que, a partir de la negociación de la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el papel de las ciudades y las comunidades locales como actores de desarrollo se ha fortalecido bajo el principio de no dejar a nadie atrás.
Lo anterior toma particular relevancia en el contexto de la crisis económica y sanitaria por la pandemia del COVID-19, en donde los gobiernos locales desempeñan un rol decisivo en la labor de prevención, protección, erradicación y recuperación de su población.
La preparación, la infraestructura, el capital humano y el acceso a los fondos de emergencia de los gobiernos locales, así como la coordinación y el flujo de comunicación de estos con los gobiernos centrales, se encuentran entre las medidas más importantes para contener la propagación del virus y garantizar una rápida recuperación. (UNCDF, 2020, p.2)
Esta importancia ha sido recogida en América Latina por los principales organismos y mecanismos regionales, la Guía de acción política para enfrentar la pandemia del COVID-19 de la Organización de Estados Americanos (OEA), impulsa desde sus pautas el fortalecimiento de los gobiernos locales para reforzar la gestión pública frente a la crisis sanitaria. Asimismo, de acuerdo a recomendaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el empoderamiento de los gobiernos locales es fundamental para una recuperación económica que coadyuve a crear una nueva realidad post pandemia con menores condiciones de desigualdad, más resiliente, sostenible y que mejore la calidad de vida de todas las personas.
Para lograr lo anterior, es fundamental la acción desde lo local, tanto en el entorno rural, a través del desarrollo de nuevas y mejores oportunidades, el fortalecimiento de la producción agrícola y el aprovechamiento de los servicios ecosistémicos de manera sostenible; como en el entorno urbano, que de acuerdo a estimaciones del Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Habitat), para 2030 será hogar del 60% de la población mundial.
Las ciudades deberán fortalecer sus procesos de planeación territorial, transformar sus patrones de consumo y reorientar los modelos de desarrollo para contar con la capacidad de sostener a una población cada vez mayor, frente a los retos crecientes en materia de salud, acceso a recursos y por el aumento de fenómenos meteorológicos extremos derivados de los efectos del cambio climático.
En la realidad, los actores gubernamentales no centrales cuentan con una serie de buenas prácticas para la gestión de la pandemia que merecen ser estudiadas, entre ellas figura la Guía metodológica de Recuperación Socioeconómica Municipal en contexto de COVID-19, elaborada por ONU Habitat y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), con el objetivo de orientar a las autoridades locales a crear su Plan de Recuperación Socioeconómico Municipal (PRESEM), basado en la conformación de un Comité Directivo Municipal para la recuperación resiliente; la adecuación de un marco normativo; la reasignación de recursos; el mapeo de actores para la gobernanza de la recuperación; la identificación de actores clave para la reactivación económica y la recuperación de empleos; así como el establecimiento de un mecanismo de coordinación multiactor.
Por otra parte en 2020 se llevaron a cabo una serie de conversaciones de la mano de ONU Habitat, las cuales llevaron por nombre “Experiencias de aprendizaje en vivo: Más allá de la respuesta inmediata al brote”, estas tuvieron como objeto compartir aprendizajes y conocimientos sobre las acciones de los gobiernos locales de diferentes ciudades del mundo para hacerle frente a la actual crisis, estos diálogos se generaron a través de espacios virtuales, dando prueba de que este nuevo tipo de entornos marcarán el paradigma político y económico, como mecanismos de descentralización, que utilizados de forma correcta dan respuesta a las demandas no cubiertas por el Estado, al cual, debido a sus limitados recursos y capacidades, le es imposible atender todos los intereses, necesidades y conflictos existentes en su interior.
De la misma manera, algunas ciudades y municipalidades de América Latina han llevado a cabo buenas prácticas frente al COVID-19. Por ejemplo: en Colombia, el ayuntamiento de Bogotá ha lanzado el concurso Hackatón #MOOVID19 junto a organizaciones de la sociedad civil, con la finalidad de que los ciudadanos compartan propuestas de análisis de datos sobre cómo mejorar la organización del transporte colectivo en la ciudad durante la pandemia; por otra parte, la alcaldía municipal de Chía desarrolló la aplicación CHIAPP para donar o solicitar ayuda, e informar a las autoridades sobre el alza de precios en los productos de la canasta básica y situaciones que pueden incrementar los contagios.
Igualmente, en Argentina, la ciudad de Buenos Aires también cuenta con su plataforma de voluntariado para ayudar a las personas mayores; y la municipalidad de Rosario, recoge toda la información pertinente para permitir que los ciudadanos puedan pedir y ofrecer ayuda, realizar donaciones, inscribirse como voluntarios y compartir proyectos contra el virus.
Otro ejemplo es el caso de la Ciudad de México, donde se ha creado el Plan Gradual hacia a la Nueva Normalidad, en el cual gracias a la interconectividad entre ciudadanos y ciudades, se hace un mapeo claro del desarrollo de los contagios, identificando áreas de potencial riesgo de infección y rastreando a ciudadanos/usuarios que hayan convivido con personas enfermas.
Por otro lado, en Montevideo, Uruguay; la plataforma “AcaEstamosUy” permite conectar, geolocalizar y ayudar a personas con dificultades por la pandemia. Finalmente, en Porto Alegre, Brasil; la plataforma “Brothers in Arms” en coordinación con la Secretaría Municipal de Salud ayuda a manejar la escasez de Equipos de Protección Individual con actividades como la compra, recogida y entrega de insumos sanitarios en hospitales.
Cabe destacar que dichas prácticas a su vez, se vinculan y contribuyen al cumplimiento de diversas agendas internacionales, fomentando mejores condiciones no solo para hacer frente a la actual pandemia, pero además para crear y fortalecer la resiliencia ante nuevos retos sanitarios que se presenten a nivel regional e internacional, cuya aparición aumentará en frecuencia e intensidad a causa del aumento de la población, la degradación ambiental y el cambio climático.
Por lo anterior, los actores locales, así como los tomadores de decisiones nacionales y los organismos internacionales, deben colaborar para generar una nueva normalidad post-COVID-19 que permita generar mejores condiciones de bienestar, reducir las desigualdades y generar un desarrollo en sintonía con las metas globales para la sostenibilidad.
En ese sentido, la pandemia del COVID-19 ha dejado en claro la importancia de la acción desde lo local, así como el papel de la innovación y de las herramientas tecnológicas para hacer frente a los retos más apremiantes para la humanidad.
Asimismo, en su informe de agosto del 2020, la CEPAL identifica el acceso universal al internet como condición necesaria para reducir las brechas de desigualdad en la región de América Latina, al mismo tiempo que alerta sobre las consecuencias que la falta de acceso y la mala calidad de las conexiones genera en tiempos de pandemia, en donde el grueso de las actividades humanas migra cada vez más a la virtualidad. Una carencia o insuficiencia de infraestructura para la conectividad, impide a los grupos vulnerables acceder a los nuevos espacios de interacción, aumentando las brechas de desigualdad entre las personas que pueden integrarse a la digitalidad y las que son excluidas de la misma.
La conectividad, entendida como el servicio de banda ancha con una velocidad adecuada y la tenencia de dispositivos de acceso, condiciona el derecho a la salud, la educación y el trabajo, al tiempo que puede aumentar las desigualdades socioeconómicas. (CEPAL, 2020)
Ante un mundo cambiante donde los retos superan la actuación del Estado, mismo que resulta insuficiente para ofrecer soluciones a las necesidades y demandas políticas, sociales, económicas y ambientales de la población, se hace necesario el fortalecimiento de actores del sistema internacional no tradicionales como las ciudades y comunidades locales en su interacción con los entornos digitales que aumentan e impulsan el acceso de las personas a oportunidades de participación en la toma de decisiones, a través de un sistema novedoso de gobernanza global, que contemple a estos espacios como elementos protagónicos en el escenario internacional para hacer frente a los retos actuales y futuros.
[1] “Nosotros introdujimos hace unos años el concepto de paradiplomacia, como un sustituto del término de Ivo D. Duchacek ‘microdiplomacia’“. Panayotis Soldatos, “Cascading subnational paradiplomacy world” en Douglas Brown y Earl H. Fry, States and provinces in the international economy, Regents of the University of California, Estados Unidos, 1993, p. 135 (trad. libre).
Bibliografía
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